La Diabetes en el Entorno Familiar: Parte 1
Aunque el pronóstico de las personas con diabetes haya cambiado favorablemente con el progreso de la ciencia y de la tecnología, la noticia de un diagnóstico de diabetes en la familia seguirá siendo una situación difícil de afrontarse. Si el que es diagnosticado con diabetes es un niño, la situación puede ser mucho más compleja e impactante; una avalancha de sentimientos y emociones toma cuenta de los padres y familiares cercanos. Nadie está preparado para recibir una noticia como esta, por ello es importante que todos alrededor del niño reciban consejos y soporte por parte de los profesionales del área, capacitándose para enfrentar esta nueva etapa de la mejor forma posible.
Se recuerda que la diabetes de tipo 1 es la que más afecta niños y adolescentes, ya que es la que está más relacionada con los factores genéticos que a un estilo de vida. Con todo, la posibilidad de un niño o adolescente desarrollar diabetes de tipo 2 es real y cada día mayor -dado los modernos hábitos de vida- razón por la cual es fundamental contrarrestar el sobrepeso, la obesidad, el sedentarismo y los malos hábitos nutricionales ya en la infancia, así como incentivar la adopción de un estilo de vida saludable.
¿Cómo se ven afectados los padres y qué se debe hacer al respecto?
Cuando reciben la noticia, los padres se ven delante de una montaña rusa de diferentes emociones que casi siempre empieza con la culpa, ya que cree que el niño está enfermo única y exclusivamente porque heredaron la enfermedad. No es nada de eso. Los padres deben entender que hay un sinfín de factores que llevan a la diabetes y que nadie es responsable por la carga genética de otra persona, ni siquiera de la suya.
También es muy común que los padres pasen por una fase en que traten, de todas las formas, encontrar los culpables por la situación del hijo, por ejemplo, una infección, el alimento recibido, etc. Tampoco es esto. Deben entender que la diabetes no tiene una causa única y que gran parte de los factores que conducen a ella, en el caso de la diabetes de tipo 1, no se puede cambiarlos.
Otra fase por la que los padres pasan es determinada por el sentimiento de impotencia y frustración, por no poder hacer nada para remediar la situación. Los padres, asimismo, pueden sentir rabia o desesperación, porque la vida "no volverá jamás a ser lo que era antes". Es cierto que la dinámica familiar necesita pasar por algunos ajustes, pero esto no necesariamente implica tener que llevar una vida anormal o infeliz.
Otro sentimiento a tenerse en cuenta es la inmensa preocupación que sienten al pensar que sus hijos pueden morir en cualquier momento, o que no vivirán lo suficiente para hacer todo lo que quieran. Además, no pueden dejar de mencionar las preocupaciones financieras; la diabetes implica gastos extras que no están en el presupuesto y que probablemente no serán financiados de forma integral por la asistencia médica.
Afortunadamente, a medida que pasa el tiempo, todos aprenden que la enfermedad puede controlarse y que se puede convivir con ella. Al principio es normal sentir todo esto, pero a medida que comienzan a aceptar la realidad y a interiorizar la enfermedad -y que se dan cuenta de que la diabetes cuando se trata adecuadamente, no incapacita, ni mucho menos mata- todo mejora para la familia.
Al principio del proceso puede resultar muy difícil; la rutina familiar se ve alterada; los patrones de interacción entre sus miembros cambian y la familia se aleja socialmente; pero, al final, con la cooperación y buen ánimo de todos, las cosas pueden volver a la normalidad.
Se aconseja que la gente que convive con el paciente, tenga el entusiasmo y la disposición de cambiar sus hábitos alimentarios e, incluso, que se anime a cumplir las mismas rutinas de actividad física que el paciente; a fin de cuentas, cambios como estos repercutirán positivamente en la salud y bienestar de todos los miembros de la familia.
Otro consejo importante a seguir es que ayuden a la persona a ser independiente en el manejo y control de la enfermedad, primero vigilándolo desde muy cerca y después de más lejos. Es indispensable que cada uno que convive con la persona se familiarice con la enfermedad y sepa cuál es la mejor forma de colaborar.